Es tanta la polvareda en superlativo que se ha levantado en torno a
las actividades del Embajador Brewster, a veces de forma gárrula y otras
fisgonas, que me recuerda la parábola sobre los retoños del ombú de
Jorge Bucay.
Cuenta esta historia, que en un pueblo lejano y
pequeño solo tenía una plaza diminuta y en esa plaza un único árbol, era
un enorme ombú que estaba justo en el centro de la plaza. Un día,
brotó una ramita verde con dos únicas hojitas apuntando al sol. Era un
retoño. En fin, en poco menos de un mes más de veinte ramitas verdes
habían aflorado desde las raíces grises del ombú.
Paralelamente,
al viejo ombú las hojas se le empezaron a poner amarillentas y su
corteza paso de ser de carnosa a reseca. El ombú estaba enfermo.
Inmediatamente, el pueblo se dividió en 2 grupos: Los primeros decían
que todo era culpa de los retoños y que todo iba bien hasta que
aparecieron. El segundo grupo (defensores de los retoños), decían que
estos aseguraban el futuro si algo le pasaba al viejo ombú. La
discusión se fue acalorando y la misma terminó en una enorme reyerta, un
grupo a favor de cortar el viejo ombú y otros a favor de arrancar los
retoños para que el viejo ombú se recuperara.
La situación se
convirtió tan insostenible que se decidió llevar el conflicto ante un
juez de paz, el cual ese cargo recaía sobre el señor más anciano y
respetable del pueblo.
Al presentarle la situación, con la
dificultad por la edad, subió a una tribuna y les dijo a todos:
“Imbéciles!......Os llamáis a vosotros mismos ‘Defensores del Ombú’ y
otros ‘Defensores de los Retoños’. Defensores? Sois incapaces de
defender nada, porque vuestra única intención es hacer daño a aquellos
que piensen diferente. El ombú es un ser viviente, con un ciclo vital y
ese ciclo incluye dar vida a los que continuarán su misión y preparar a
los retoños para que se conviertan en nuevos ombúes. Pero los retoños,
no son solo retoños, estos no podrían vivir si el ombú muere. Y la
vida del ombú no tendría sentido, si no podría convertirse en una vida
nueva a través de los retoños. Vosotros se hacen llamar ‘Defensores.’
Ustedes lo único que quieren es destruir y no os dais cuenta que
destruyendo y destruyendo, destruiréis también todo aquello que queréis
defender.” Reflexionad!
Regresando al caso que nos ocupa y
haciendo referencia al viejo sabio del pueblo del ombú, a los que atacan
el Embajador Brewster, les digo creo que no hay que pedir su cabeza por
promover una actividad que es tan vieja como la historia misma.
Bastaría con leer los clásicos y la historia de los Césares que
gobernaron el Imperio Romano. En cuanto al Embajador Brewster, le
solicitaría prudencia y tolerancia para entender que está manejando un
tema sensitivo que por mucho tiempo se consideró un tabú en una sociedad
de costumbres ortodoxas y que tomará tiempo asimilar, que aunque
sabemos que hacia esos caminos de igualdad y derechos es a donde nos
lleva la modernidad liquida, ésta es una medicina que hay que ir
dosificándola como hace la homeopatía, aún se considere que se tengan
las prerrogativas como ser humano de externar y defender una condición,
pero que muchos pueden entender es el resultado de un esnobismo no
compatible con costumbres de antaño. Pero por favor, no destruyamos ni
al ombú ni a sus retoños porque al hacerlo estaremos destruyendo lo que
tratamos de defender. El conflicto ha estado siempre presente en la
vida humana. Dos personas pueden ver exactamente la misma cosa e
interpretarla de manera distinta. Si lo comprendes, entonces habrás
descubierto una de las causas de la falta de entendimiento entre las
personas.
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