Thursday, March 17, 2016

Lula no será más Lula.


No hay que realizar un enjundioso estudio ni tener un olfato político muy desarrollado, mucho menos ser un erudito o un intelectual para darse cuenta del error  que comete el ex presidente Lula Da Silva al aforarse con el cargo de Ministro del Gobierno de la presidenta Dilma Roussef para así evitar los requerimientos que le hace la justicia brasileña.

Siempre comparo la política con la navegación.  Existen 2 momentos importantes para el capitán de una galera: el primero, cuando realiza las aguadas al atracar a un puerto y lanzar las amarras que lo sujetan a tierra firme y el segundo cuando ordena  que leven anclas para que el transbordador los conduzca a aguas abiertas, debiendo llevar una potencia adecuada  para no terminar en las garras de los filosos arrecifes que  esperan  que sucumba ante el golpear de las olas.

Así es la vida de los políticos cuando alcanzan el poder, primero llegan las adulaciones petulantes que le hinchan a lo más alto de las cimas promovidas por seguidores que buscan dadivas y beneficios personales; es cuando gobernar se vuelve el mejor de los cansancios.   Luego viene lo que Hernán Jaeggi en su obra teatral “José Gaspar, La Soledad del Poder” definió como el momento donde los asesores y coetáneos permanecen en la penumbra. Carecen de visualidad pública, dan su opinión y se marchan.  El gobernante es el único responsable de sus aciertos y sus errores.  Es el momento, de poner el pie en el estribo o para huir o combatir como gallardo.  Pero por más acompañado que se esté, le llena un vacío espiritual por  una responsabilidad que sabe no podrá compartir con nadie.

El punto central es que el poder se siente y se padece, tenemos múltiples sensores que nos permiten detectarlo y calcular sus efectos sobre nosotros ya sea en el presente, en el futuro o como resabio de sus consecuencias en el pasado.   Incluso cuando se ejerce de manera sutil o apenas se manifiesta, sabemos que está allí, que estamos en presencia del poder.   Muchos y variopintos son los ejemplos que la historia nos presenta de hombres en plena juventud pagaron la osadía de defender sus ideales y terminaron frente a un pelotón de fusilamiento ordenados por el poder.  Como un ejercicio espiritual invitaría a Lula a escudriñar sobre las vidas de un José Antonio Primo de Rivera, líder de la falange española, fusilado con apenas 33 años  o del Diputado Calvo Sotelo, que sin importar su inmunidad parlamentaria fue asesinado por miembros de la Dirección General de Seguridad (DGS) en una noche arrancado del seno de su familia.

Si Lula entiende que le adornan los meritos  como líder y político en el ejercicio de lo que fue su mandato y actuó apegado a cumplir y hacer cumplir las leyes en beneficio de los ciudadanos que le eligieron, entonces no debe temer enfrentar la representación del signo zodiacal Libra.  De no hacerlo, se estaría de antemano autocondenando, lo que es lo mismo a vivir una desgracia sin fin o un fin en desgracia.

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