El frío de la soledad y la muerte comienzan a invadir mi corazón,
tengo que aflojar mi corbata para soltar las apreturas de mi nuez. Todo al enterarme sobre el controvertido
acuerdo entre la UE y Turquía para expulsar a migrantes y refugiados llegados a
las costas griegas a cambio de acelerar la adhesión del país arábigo al club
comunitario y eliminar, a partir de julio la necesidad de visado para los turcos
que viajen a Europa. íQue edad tan
detestable es ésta en que ahora vivimos!
Por un instante me llegue a creer que se volvía a amar a la vida sin
temerle a la muerte, que se creía en Dios, que el sol saldría para todos igual
que en esos días de mayo en que llueve y luego brilla.
Pero la sensación de amenaza e incertidumbre que embarga a Europa
me hace borrar el sentimiento platónico de la misericordia. El concepto del “multicomunitarismo” no acaba
de prender entre los inmigrantes y las poblaciones autóctonas. Tal como diría Alain Touraine, en este
contexto las diferencias culturales, ya sean significativas o triviales,
adquieren el estatus de materiales para construir murallas y lanzacohetes. La “defensa de la comunidad” adquiere
prioridad por sobre cualquier otro deber.
Compartir una mesa con los “extraños”, frecuentar lugares conocidos como
domicilio y dominio de los forasteros pareciera que empieza a ser marcas de traición que justifican el
ostracismo y el exilio.
Las comunidades que funcionan sobre esa base devienen en
primer lugar en un medio para incrementar la reproducción de las divisiones y profundizar
la separación, el aislamiento y la alienación.
El sentimiento de inseguridad son enemigos de las comunidades con
mentalidad de gueto y por ello las barreras protectoras que ellas erigen. El precipicio aterrador que separa a una
comunidad de sus vecinos abre paso a una suave planicie que invita a frecuentes
caminatas y paseos despreocupados. Los
defensores del aislamiento comunitario, conscientemente o no, estos tienen
intereses personales en la presencia de los misiles enemigos, en los cañones
que apuntan hacia las murallas protectoras de la comunidad. Cuanto mayor sea la sensación de amenaza y
cuanto más pronunciado sea el sentimiento de incertidumbre que ella causa, con
mayor firmeza cerrarán filas y mantendrán sus posiciones los defensores, al
menos en un futuro inmediato. A Europa
no puedo dejar de recordarles al “Príncipe de los ingenios” Miguel de Cervantes
cuando nos dejó con veleidad y una melódica sutileza que la meta de don Quijote
era Dulcinea. “Ella pelea en mi, y vence
en mi, y yo vivo y respiro en ella y tengo vida y ser”. Dulcinea.
La utopía del hombre. Europa seguirá
siendo la utopía de los refugiados mientras el hambre y la muerte gobiernen sus
ciudades.

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