Hubiese sido para mí un ejercicio de extrema arrogancia tratar
de comenzar este artículo de la misma forma que Cervantes inició ese clásico de la literatura española el “Quijote” diciendo: En un
lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…. Sin embargo, es muy difícil porque ni tengo esa categoría de
escritor, ni voy a escribir sobre ficción, ni aventuras de caballerizas. Mi único interés es retratar una situación social
que no debe tomarnos despreocupados y
que obliga a los dominicanos a cerrar diferencias y cicatrizar heridas al finalizar
el proceso electoral para elegir los priores para que luego de este tiempo esa peculiaridad
no cree una distancia entre nosotros ni nos mantenga enfrentados.
Después de mayo, los dominicanos estaremos avocados a entrar
a la senda de los entendimientos. En la
obra literaria de Hans-Georg Gadamer, puntualiza muy claramente que esto solo
es posible si logramos una “fusión de horizontes”. Si
deseamos encontrar y acordar una verdad común a todos, aún vengamos de
distintos grupos (gobernantes y gobernados) necesitamos una “fusión de
horizontes”, lo que es la condición preliminar para iniciar un proyecto de nación,
sin importar banderías políticas o si hemos transitado historias separadas que
deberemos echar a un lado para beneficio
del país en la búsqueda de un futuro común hacia el desarrollo y el progreso.
En ese laboratorio compartido, los dominicanos conscientemente o no, de buena gana o no,
deberemos poner todos nuestros esfuerzos conjuntos, amalgama de valores e
ideales que sean útiles para el beneficio de la sociedad.
Se trata de un trabajo prolongado, de lento progreso: no se
esperan resultados inmediatos. Sin
embargo, el proceso y los resultados podrían acelerarse si todos contribuimos
de forma coherente y consciente a fusionar los horizontes. Algunos escépticos me leerán con
incredulidad, sin embargo, creo que en lo que no podemos caer es en una división
parecida a la Florencia de la Edad Media
entre gibelinos y güelfos que retrasó su entrada al “Renacimiento” y que por más
de una ocasión le quiso ganar terreno a Dante y la divina comedia.
Lo que debemos tener en cuenta para lograr este objetivo común
y el cual lo describió en el lenguaje de la calle, Dante Alighieri en su obra la Monarquía: “Que los seres humanos se enfrentan unos con
otros porque creen que les falta algo; su respuesta era un gobierno justo que
ayudase a los pobres, al desarrollo de las ciudades y carentes de ambiciones
privadas”. Un modelo de justicia social acompañado de demandas viejas pero hasta ahora
insatisfechas y articular nuevas será el
fin último que nos conduzca a la senda planeada. Por lo que al final, ninguno de los grupos podrá
reclamar que ha sido ignorado o pasado por alto y nadie podrá incitar al
enfrentamiento aduciendo que se les negó injustamente el reconocimiento o que
no se les concedió suficiente atención.

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