Sunday, May 29, 2016

Los intelectuales y la modernidad.


En Francia el Estado se involucró en las artes mucho antes que en la mayoría de los países europeos.   La “Cultura” era algo que algunas personas (la elite instruida y poderosa) hacían o se proponían hacer para otras personas (el “pueblo” o la gente común en ambos casos privados de educación y poder).  Era una noción de cierto cariz mesiánico que ponía de manifiesto intenciones proselitistas.

Con la abolición de la monarquía, el concepto francés de “Culture” fue emergiendo como un nombre colectivo para los esfuerzos gubernamentales en pos de fomentar el aprendizaje, suavizar y mejorar los modales, refinar los gustos artísticos y despertar necesidades espirituales que el común del vulgo no había sentido hasta entonces o bien no era consciente de lo que sentía.   En 1859, durante la presidencia de Charles de Gaulle en la V República, se creó el Ministerio de Asuntos Culturales con visos de permanencia.  Con este paso se entendía que la vieja concepción de  “Cultura” había terminado haciéndola asequible a las masas.

No obstante, aquel intento platónico de generalizar el acceso al pensamiento se convirtió en un  eufemismo.   A comienzos del Siglo XX y a lo largo de este tiempo son innumerables los casos de grandes intelectuales que fueron apartados y silenciados por conservar ideas propias, revolucionarias si se quiere que las grandes potencias consideraban no iban a tono a sus proyectos.  Por ejemplo, Borges podía tanto sorprender con sus brillantes ideas como escandalizar con sus controvertidas declaraciones políticas.  En 1976,  luego de almorzar con el dictador argentino Jorge Rafael Videla, el gobierno de facto chileno de Augusto Pinochet le otorgó la Gran Orden del Mérito cuando expreso que “la democracia era un abuso de la estadística”.  Muchas veces se dijo que aceptar este reconocimiento era la razón crucial que lo alejó de recibir el Premio Nobel de Literatura.   Borges dijo: “Espero ser juzgado por lo que he escrito, no por lo que he dicho o me han hecho decir.  Yo soy sincero en este momento, pero quizá dentro de media hora ya no esté de acuerdo con lo que he dicho.  En cambio cuando uno escribe, tiene tiempo de reflexionar y corregirlo”.

Pero qué decir de Rubén Darío quien escribiera: “Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal.  Y si encontráis versos a un presidente, es porque son un clamor continental.  Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable); de todas maneras mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter”.  

Para Octavio Paz, la palabra “subdesarrollo” pertenecía a la economía y era un insulto de las Naciones Unidas para designar a las naciones atrasadas.  Decía: “El subdesarrollo es una excrecencia de la idea del progreso económico y social”.

En fin, lo político y lo intelectual siempre han ido de la mano a lo largo de la historia,  a veces en un oculto contubernio y otras en un pulso antagónico para ver quien se impone.  Pero la realidad es que el viejo concepto de “Cultura” al estilo del siglo XV continua ejerciéndose en la modernidad como herramienta de influencia y  manipulación proselitista, utilizando a ilustres pensadores que escriben más atendiendo a intereses políticos que a sus propias convicciones.


No comments:

Post a Comment