Caería en el gremio de los frenéticos intolerantes quien
rehusase a aceptar que cada quien es dueño de expresar sus admiraciones y
costumbres con el estilo que mejor le cuadre a sus sentimientos.
Sin embargo, me llama tanto la atención el divino gusto que
los dominicanos han desarrollado por la gastronomía, que ha traspasado la singular
frontera de preparar una buena comida, la afición al buen comer y el conjunto
de platos y usos culinarios propios de lejanos lugares. El término es más amplio porque ahora también
incluye las bebidas, los utensilios y todo el bagaje cultural que gesta
alrededor del arte de la buena mesa. Y
es que nos hemos constituidos en verdaderos “connoisseurs”, mucho mejor si va acompañado
de un sommelier cuando a la hora de catar un vino queremos que nos haga un
ensayo sobre el mismo desde la perspectiva del consumidor.
Por otra parte, importa que no nos engañemos. Detrás de eso, lo que hay es un fenómeno social
para sobresalir como gentes muy aireadas y viajadas, engolfados en el sentido
estricto de despreciar el gusto por lo común o el mal gusto del populacho. Un mordisco de esto y un bocado de aquello,
hoy una cosa y mañana otra. Una
mezcolanza……..de acuerdo con Steven Fry, autoridad sobre tendencias de la moda
y faro de la más exclusiva sociedad londinense.
Se va produciendo un deslizamiento de las costumbres de los
grupos de élites que desdeña el chauvinismo gastrológico o todo lo que me sepa
a cultura baja o de masas. Mientras el faroleo se produce en esos caros y costosos
ambientes, muchas niñas de sociedad, apoderadas de ese terror psicológico por
unos kilos demás, apenas prueban una ensalada “light” con un agua carbonatada y
se la pasan en saludos adulatorios que sonrojan a quien tratan de alagar.
A las afueras de “el buen convite”, aguardan los ciudadanos
de a pie en espera de que al salir el faraón, les lance alguna migaja que no pudo atragantar antes de abordar un lujoso
coche. Son los de la periferia
que la sociedad no reconoce, ni que el político de turno se preocupa en
buscarle un eficaz remedio. Es aquel que
solo quiere llevar pan a la mesa de su
casa y que sabe que ahí dentro está. Es aquel como un leve tumor nadie le atiende, ni se
preocupa en buscarle una solución hasta tanto se manifieste en termino fatal de
la vida, entonces podría ser muy tarde, si seguimos adornando con eufemismos nuestros
males, porque cuando ese cáncer reviente anunciará el termino fatal de la vida.








