Opinar en asuntos que conciernen al bien común, es siempre en
las honrosas y placenteras sociedades abiertas, un intransferible derecho
personal. Siempre trato de no
apresurarme en responder para luego no demorarme rectificando. Es por ello que al ver las imágenes de la inconmensurable
tragedia de Los Ríos, por un momento pensé que eran de la ciudad de Alepo en
Siria, después de un bombardeo contra el daesh.
La desgracia, Majestad de la muerte, había entrado de improviso sembrando a
mansalva la angustia y la consternación en todos los hogares de ese sector por
la explosión de una planta de gas.
Mozas que granaban al sol primaveral de las ilusiones;
esposas que constituían el nervio y el alma, hombres que moldean el eje y la
vertebra de familias ejemplares, todos corrían despavoridos dejando en el
abandono sus ajuares que con sudor y vasto esfuerzo consiguieron. La tácita, pero enérgica protesta, que brota
con el deseo de decirle al destino que
no tenía derecho de arrebatar a tantos infelices sus ya precarios bienes,
sembrando mares de lágrimas, creando vacios imponderables que nadie los va a
llenar, llegaba con la aurora.
Hoy entre esas familias reina el desconsuelo, el desamparo y
la rebeldía contra un decreto ciego sobre un designio que no buscaron. Por lo pronto, el dolor ha dejado al
descubierto una rica y amable vertiente comunitaria. Los dominicanos se solidarizan ante la
tragedia.
Pero porqué el afán de lucro ha de engendrar estas
situaciones? Porqué debe primar la
muerte sobre la vida? Porqué hay que
fecundar el desconcierto sobre la armonía?
Es que a el deseo de inescrupulosos carentes de conciencia se les permitirá
que sigan minando nuestros populosos barrios de estas bombas de tiempo?
En algún pasaje del “Catecismo Holandés” se nos dice que la
muerte es un hecho con el cual resulta difícil conformarse. Así es.
Saquemos bien del mal, alimentemos la esperanza en el seno de
la desdicha, avivemos la antorcha de la fe en el corazón de las tinieblas. Sin embargo, a alguien le deberá tocar la obligación
de ofrecer a los afectados y a toda la ciudadanía esclarecimientos y
explicaciones convincentes y satisfactorias para que hechos como los
acontecidos no sigan repitiéndose.
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