Me duele España decía alguien. Y a mí lo digo con el corazón en la mano y en
el buena sangre, me apesadumbra con doloroso amor, con ese amor doloroso –no se me ocurre otra imagen más noblemente
expresiva- que la mujer en sublime trance de alumbramiento.
Porque me siento español-americano –como nos apellidaban
algunos en el siglo XVIII, allá en la península- cuando se afecta a la Madre
Patria, me afecta. Y no puede ser que yo
como extranjero me encabrite y me encrespo más que sus nacionales cuando con
voluntad emponzoñada alguien empieza a señalarles lunares y deficiencias.
Como bien decía Philippe Bénéton una de las
ideas que acuñaba el termino de “cultura” radicaba en el eurocentrismo, es
decir, la convicción de que ese ideal se había descubierto en Europa y era allí
donde lo definían los legisladores en las instituciones políticas y sociales, según
las maneras y los modelos de la vida individual y comunitaria. La cultura se identificaba en esencia con la europeización,
cualquiera que fuera el significado del concepto.
Una tarea exclusiva de los intelectuales consistía en concebir
y erigir estructuras sólidas que determinarían un nuevo ritmo de vida y moldearían la masa “amorfa”, en otras
palabras, eran los encargados de introducir el orden social o bien más
precisamente poner la sociedad en orden.
Esa difícil empresa era la construcción simultánea del Estado y la nación:
remplazar un conjunto atomizado de comunidades locales, con diversos dialectos,
tradiciones y calendarios, por un todo nuevo, integrada y sólidamente fusionado:
la “sociedad imaginada” de un Estado nación.
Esta tarea conllevaba aglutinar a todos los poderes del nuevo Estado nación
–económico, político y espiritual- en el trabajo de remodelar al hombre. Como resultado, había que realizar un remplazo
de las viejas obligaciones con la parroquia, el vecindario, o el gremio por nuevos
deberes cívicos con la nueva entidad y sus reglas se defendían de forma
contundente o bajo amenaza de ejercer la fuerza.
El modelo ‘panóptico’ de nación, bajo la estrategia medular
de supervisar, monitorear y corregir las auto conductas de sus subordinados amenaza
con ser desmantelado en España y en muchas otras partes del mundo contemporáneo.
Y es que nosotros los hispanos, principalmente los de allá,
somos los únicos que nos hemos atrevido a considerar a España “como un problema”. De ahí, que los de Cataluña son catalanes, los de Galicia son gallegos,
los de Valencia son valencianos y así sucesivamente.
Pero nadie se considera español. Y es que los otros pueblos, muy pagados de
si, no discuten sus prendas, sino que, viviendo de exclusivas, las enaltecen,
las encumbran hasta el ciego y frenético “chauvinismo”. Ya lo decía el mítico eslogan estrenado en 1964 por Fraga: “Spain is different!
Así que considero que le hacen un flaco servicio a la Madre
Patria, los que quieren sustituir lo general por lo particular, se lo dice
alguien a que le dilata la alegría, me proporciona dicha y me ensancha todo
lo que sea en beneficio de España.
No comments:
Post a Comment