Monday, February 1, 2016

Las autonomías en España.


Me duele España decía alguien.  Y a mí lo digo con el corazón en la mano y en el buena sangre, me apesadumbra con doloroso amor, con ese amor doloroso –no se  me ocurre otra imagen más noblemente expresiva- que la mujer en sublime trance de alumbramiento.

Porque me siento español-americano –como nos apellidaban algunos en el siglo XVIII, allá en la península- cuando se afecta a la Madre Patria, me afecta.  Y no puede ser que yo como extranjero me encabrite y me encrespo más que sus nacionales cuando con voluntad emponzoñada alguien empieza a señalarles lunares y deficiencias.
 
   Como bien decía Philippe Bénéton una de las ideas que acuñaba el termino de “cultura” radicaba en el eurocentrismo, es decir, la convicción de que ese ideal se había descubierto en Europa y era allí donde lo definían los legisladores en las instituciones políticas y sociales, según las maneras y los modelos de la vida individual y comunitaria.  La cultura se identificaba en esencia con la europeización, cualquiera que fuera el significado del concepto. 

Una tarea exclusiva de los intelectuales consistía en concebir y erigir estructuras sólidas que determinarían un nuevo ritmo de  vida y moldearían la masa “amorfa”, en otras palabras, eran los encargados de introducir el orden social o bien más precisamente poner la sociedad en orden.  Esa difícil empresa era la construcción simultánea del Estado y la nación: remplazar un conjunto atomizado de comunidades locales, con diversos dialectos, tradiciones y calendarios, por un todo nuevo, integrada y sólidamente fusionado: la “sociedad imaginada” de un Estado nación.  Esta tarea conllevaba aglutinar a todos los poderes del nuevo Estado nación –económico, político y espiritual- en el trabajo de remodelar al hombre.    Como resultado, había que realizar un remplazo de las viejas obligaciones con la parroquia, el vecindario, o el gremio por nuevos deberes cívicos con la nueva entidad y sus reglas se defendían de forma contundente o bajo amenaza de ejercer la fuerza.

El modelo ‘panóptico’ de nación, bajo la estrategia medular de supervisar, monitorear y corregir las auto conductas de sus subordinados amenaza con ser desmantelado en España y en muchas otras partes del mundo contemporáneo.

Y es que nosotros los hispanos, principalmente los de allá, somos los únicos que nos hemos atrevido a considerar a España “como un problema”.  De ahí, que los de Cataluña  son catalanes, los de Galicia son gallegos, los de Valencia son valencianos y así sucesivamente.    Pero nadie se considera español.  Y es que los otros pueblos, muy pagados de si, no discuten sus prendas, sino que, viviendo de exclusivas, las enaltecen, las encumbran hasta el ciego y frenético “chauvinismo”.  Ya lo decía  el mítico eslogan estrenado en 1964 por Fraga:  “Spain is different!

Así que considero que le hacen un flaco servicio a la Madre Patria, los que quieren sustituir lo general por lo particular, se lo dice alguien a que le dilata la alegría, me proporciona dicha y me ensancha todo lo que sea en beneficio de España.
 

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