Que mejor que el “Día de la Juventud” para lanzar un grito a
los jóvenes de nuestro país a que se integren al desarrollo de esta nación acreditando
la verdad de que cuando se piensa y se actúa animado por un espíritu magnánimo los
resultados son siempre beneficiosos.
Nuestro país que ha sido levantado a costa del sudor y la sangre de nuestros antepasados indígenas,
lucha en adquirir su esplendor para ofrecer a las nuevas generaciones, en su
exacta fisonomía, la grandeza y los heroísmos de nuestra historia pasada. Todo eso forma parte del patrimonio de todos
los dominicanos, de los que hoy vivimos y de los que vendrán detrás de nosotros
en la sucesión de los tiempos.
Los primeros que están llamados a preservar ese legado y velar
porque los intereses de este pueblo no sean menoscabados, son pues los
titulados representantes y portavoces de la juventud.
Entre las consecuencias amables y fructuosas que se desprenden
de este apelo a la gente moza, capacitada y henchida de creadores entusiasmos, han
de contarse, entre otros, que no se sientan indebidamente marginados y que con
ese gesto, se tienda un puente cuyo lomo
se encuentren las generaciones y fecundicen recíprocamente, en un noble
trasiego de pareceres, para efectivo provecho de la colectividad.
A mi saber y leal entender, en este día debemos incentivar a
estos emprendedores muchachos a que inclinen la balanza de sus vidas más hacia
el servicio al prójimo, su preparación intelectual y espiritual en lugar de
continuar por el derrotero en que hoy muchos dominicanos seguimos cegados por
la egolatría y por el afán de lucro desmedido.
Un fenómeno social que se aprecia entre los jóvenes de hoy es
la fragmentación de esta clase. Mientras
una parte se sacrifica por educarse y trabajar buscando mejores oportunidades para
llevar a sus familias el pan del
desarrollo, paralelamente, por otro lado,
tenemos los que están sumidos en la
francachela, la vida fácil y las drogas.
Debemos sembrar en la mente de nuestros jóvenes que si no se sustituye la teoría del maná por la teoría del esfuerzo
como individuos no llegaran a ninguna parte; que hace falta tener mayor
conocimiento para que su potencial crezca y comprendan que no está en manos de
terceros sino en el esfuerzo propio que se haga, para que sus vidas sean largas, interesantes y
útiles.
En los días que vivimos, muchas veces cundidos del pesimismo –un
virus que se contagia más rápido que cualquiera de los conocidos- debemos sembrar en la juventud dominicana, el
deseo de la búsqueda y de lucha para cumplir y hacer realidad sus sueños.















